Noviembre comienza con las fiestas de Todos los Santos y Todos los Fieles Difuntos. Recordamos a estas personas cuyas vidas en la tierra han terminado. Han sido juzgados y los que fueron juzgados dignos aguardan la segunda venida de Jesús para poder entrar en la fiesta de bodas del cielo. La vida en esta tierra es corta. Me acordé de esto cuando visitaba los cementerios los domingos y lunes. Antes de orar con las familias, escuché historias sobre sus seres queridos. Algunos de ellos señalaron el lugar donde serán enterrados. Era aleccionador pensar en ello. La vida en la tierra terminará. En el Evangelio de este domingo, Jesús les contó a sus discípulos una parábola sobre diez vírgenes que esperaban el comienzo de una fiesta de bodas. Las 5 vírgenes prudentes tenían mucho aceite para sus lámparas y estaban listas cuando llegó el novio; su luz brillaba como Jesús manda: “Deja que tu luz brille ante los demás para que vean tus buenas obras y glorifiquen a tu Padre celestial” (Mt 5, 16). El aceite, entonces, son sus buenas obras, amando a Dios y al prójimo. Jesús quiere que estemos listos para el juicio. Llegará el fin; nuestros restos serán enterrados en algún lugar. ¿Tus buenas obras harán brillar la luz de Jesucristo? Este mes visite un cementerio: Our Lady of the Rosary en Georgetown o el de Holy Trinity en Corn Hill. Reza por los muertos. Pídale a Jesús que lo prepare para la fiesta de bodas del cielo.